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Carretera SLRC-Sonoyta; La carretera que no mata

En los registros del Instituto Mexicano del Transporte, el tramo Sonoyta–San Luis Río Colorado, uno de los más transitados y temidos del noroeste del país, aparece como un modelo de seguridad estadística

Alberto De la Hoya

Cada cierto tiempo la historia se repite: sirenas, polvo, tráfico detenido y carretera cerrada. La cinta asfáltica que une San Luis Río Colorado con Sonoyta, en pleno desierto sonorense, se ha convertido en un escenario de tragedias que se cuentan por decenas cada año. Los habitantes de la región ya no la nombran por su número, sino por su reputación: la carretera de la muerte.

A simple vista parece una ruta más, rectas interminables, horizonte seco y sol rebotando sobre el pavimento. Pero detrás de esa calma se oculta un peligro constante, conserva una característica anacrónica: es uno de los pocos en el país que aún cuenta con un solo carril por sentido, pese al volumen creciente de transporte de carga y de pasajeros que la atraviesa diariamente.

De acuerdo con reportes de la Guardia Nacional Carreteras, los puntos más peligrosos se concentran entre los kilómetros 25 y 26, 63 y 66, 139 y 149 y el 173. Ahí los accidentes se repiten con tal frecuencia que los avisos de “Accidente vial” aparecen casi cada semana. El 2 de septiembre de 2021, un autobús de pasajeros chocó contra dos tráilers en el kilómetro 39: 16 muertos y 22 heridos.

/Alberto De la Hoya



El 1 de junio de 2024, otro percance entre un autobús y una camioneta pickup, a la altura del kilómetro 160, dejó tres fallecidos y 17 lesionados. Ni siquiera los agentes de la Guardia Nacional están a salvo. En agosto de 2024, cinco de ellos resultaron heridos cuando su patrulla volcó durante un recorrido de vigilancia. Meses más tarde, en el kilómetro 141, una familia completa perdió la vida tras impactarse con un vehículo de carga. Los accidentes continuaron en 2025: en enero, un tráiler embistió una camioneta, matando a una persona y dejando gravemente herido al conductor del camión; días después, otro choque cerca del kilómetro 100 cobró dos vidas más.

El veterano chofer Eleazar Torres Solano, con más de dos décadas transportando carga, lo resume sin rodeos: “Vivimos contra reloj. La presión por entregar mercancía a tiempo nos obliga a arriesgar. En esa carretera muchos manejan como si fuera de doble carril, pero no lo es.” Torres Solano señala otro factor que agrava el riesgo: la falta de vigilancia y los retrasos en el retén militar. “A veces el retén te retrasa hasta seis horas. Por eso, antes de llegar, todos tratan de avanzar lo más rápido posible. Ahí es cuando ocurren los choques.”

El contraste entre la realidad y las estadísticas oficiales es abismal. Los registros del Instituto Mexicano del Transporte muestran que entre 2021 y 2023 murieron apenas catorce personas en todo el tramo: seis en 2021, cinco en 2022 y tres en 2023. Sobre el papel, eso equivale a menos de un muerto por cada 100 millones de vehículos-kilómetro, un índice que clasifica la vía como “de bajo riesgo”.

/Alberto De la Hoya



Sin embargo, los reportes oficiales repiten una constante: en más del 80 % de los casos, el responsable es el “factor conductor”, mientras que el “camino” y la “carretera” apenas figuran con porcentajes de 0 % y 3.8 %, respectivamente. Tres años consecutivos con la misma tendencia, los mismos porcentajes y la misma narrativa: la carretera no falla; los conductores sí.

Que los informes repitan exactamente los mismos patrones año con año apunta a un modelo de registro automatizado más que a una evaluación técnica real. En otras palabras, si los accidentes nunca se atribuyen a la infraestructura, no hay obligación institucional de corregirla. Así, el tramo Sonoyta–San Luis Río Colorado continúa figurando como una vía segura, mientras en la práctica acumula muertes, rescates y cruces al borde del camino.

La carretera no solo padece la imprudencia de los conductores, sino también el abandono: temperaturas extremas que dejan pavimento cuarteado, señalización escasa y una carga vehicular desproporcionada para un solo carril por sentido. Los bomberos y paramédicos locales la conocen como su “campo de batalla”, donde las emergencias no dan tregua y los recursos nunca son suficientes.